Cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios.

El Eternauta en Netflix

El 30 de abril de 2025 se estrenó en Netflix la adaptación de El Eternauta, una de las historias más poderosas jamás contadas en la Argentina. Seis episodios que concluyen en un cliffhanger, abriendo la puerta a una segunda temporada. Pero esta no es solo una serie: es un acontecimiento cultural, político y simbólico que irrumpe en un momento histórico cargado de tensiones. No es casual. Porque El Eternauta no es solo una historieta de ciencia ficción. Es una advertencia. Es una lección. Es un espejo.

Es, sobre todo, la historia del dolor, la memoria y la resistencia colectiva.

 

Héroe sin capa en un mundo en ruinas

A diferencia de muchos relatos clásicos del género de ciencia ficción, El Eternauta no habla de héroes con súper poderes. Tiene como protagonista a un tipo común. De Juan Salvo: padre, vecino, compañero. Alguien con conflictos que resiste como puede, con conciencia, con organización y con la comunidad como escudo en busqueda del bienestar de su familia. No hay un enemigo con rostro definido. La nevada mortal que cae en su entorno, no es solo un fenómeno extraño. Es una metáfora de las dictaduras, de las invasiones invisibles, de todo lo que cayó sobre nuestro pueblo para borrarnos y quebrarnos el alma.

 

Y ahí, en medio de la nieve y esta circunstancia advresa que se impone, aparece la resistencia.

Juan Salvo no solo quiere sobrevivir. Quiere volver. A su casa. A su familia. A una patria posible. A un tiempo donde el futuro no sea una amenaza sino una esperanza. Eso también somos nosotros: viajeros de la memoria. Y esa memoria, aún con cicatrices, sigue viva. 

La historia real detrás de la historia

Héctor Germán Oesterheld, el autor de El Eternauta, no solo escribió la historia de una generación: escribió su propio destino. Se enfrentó al poder con la pluma, hasta desaparecer. Como Salvo, se volvió un eterno buscador. Fue secuestrado por la dictadura en 1977, y también lo fueron sus cuatro hijas militantes, sus nietos y sus yernos

19-6-1976 -  Beatriz Oesterheld, tenia 19 años, era la menor de las hijas, fue a la Villa La Cava en San Isidro y nunca llegó. Su madre presentó un habeas corpus y el 7 de julio le entregaron el cuerpo en una comisaría.

7-8-1976 - Diana Oesterheld, de 23 años, fue secuestrada estando embarazada, tenia ademas un hijo de año y medio. Su pareja. Raúl Araldi, fue asesinado un año despúes. 

27-11-1976  - Marina Oesterheld, de 20 años, fue secuestrada estando embarazada, junto a su pareja, Oscar Seindus, ambos continúan desaparecidos.

27-4-1977 - Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado en La Plata 

13-12-1977 - Estela Oesterheld, la mayor de las hermanas, tenía 25 años, estaba embarazada de 4 meses cuando fue asesinada junto con su pareja, Raúl Mórtola. Tenía un hijo de tres años y medio, Martín, el cual fue el último de la familia en ver con vida a su abuelo cuando fue llevado con el a un centro clandestino de detención, antes de ser restituido a su familia. 

Elsa Sánchez, la esposa de Oesterheld, sobrevivió para buscar durante décadas a su familia. Se reencontró con sus dos nietos y, sumada a Abuelas de Plaza de Mayo, no paró en la búsqueda de los otros dos nacidos en centros clandestinos. Falleció a los 90 años en 2015. 

En un país donde la desaparición fue política de Estado, El Eternauta se convierte en mapa para no perdernos. Su lectura incomoda. Porque no olvida.

 

Una industria construida desde lo público

La serie no sería posible sin décadas de inversión estatal. La historia que hoy estrena Netflix se sostiene en una red de políticas públicas que durante años impulsaron el cine nacional, las universidades, el INCAA, las editoriales, los espacios de formación. Nada de esto es casual. Es una de las producciones audiovisuales más ambiciosas del país. Y como toda obra de calidad, no se hizo sola ni nació del mercado: es el fruto de décadas de inversión estatal en educación, cultura, industria audiovisual y memoria colectiva.

Todos sus realizadores pasaron por políticas públicas:

  • Bruno Stagnaro, director de Okupas y Un gallo para Esculapio, fue impulsado por el nuevo cine argentino surgido en los 90, con apoyo del INCAA y universidades públicas.

  • Martín M. Oesterheld, nieto del autor y guionista actual, trabajó en proyectos editoriales y cinematográficos apoyados por políticas de memoria y cultura.

  • Ricardo Darín, figura central, participó en películas apoyadas por el Estado: Carancho, Relatos salvajes, El secreto de sus ojos, La odisea de los giles, todas con fondos públicos del INCAA y coproducciones nacionales.

  • La productora K&S Films también ha trabajado con financiamiento estatal en obras como La cordillera, El clan y Wakolda.

Esta superproducción tiene ADN público, aunque hoy el gobierno nacional pretenda desmantelar todo lo que la hizo posible. El ataque al INCAA, el vaciamiento del FOMECA, la persecución a artistas y cineastas, el desfinanciamiento de las universidades, son parte de la misma nevada que quiere congelar el pensamiento crítico.

Un mensaje colectivo en tiempos de individualismo extremo

Mientras el sentido común dominante celebra al antihéroe cínico, al “ganador” que traiciona, miente y destruye por interés propio (el empresario despiadado, el influencer narcisista, el outsider vengativo), El Eternauta se anima a contar otra historia: la del héroe colectivo.

Juan Salvo no se salva por ser el más fuerte, el más astuto o el más armado. Se salva cuando se organiza con sus vecinxs, cuando reparte tareas, cuando confía, cuando se pone al servicio del grupo. Es el anti-Walter White, el anti-Joker, el anti-vivo criollo. Y eso, hoy, es contracultural.

Porque vivimos en un momento donde se demoniza la solidaridad, se ridiculiza la militancia, se persigue a las organizaciones sociales y se criminaliza la empatía. Donde los discursos de odio y el “sálvese quien pueda” se disfrazan de libertad. En ese contexto, una historia que pone en el centro la acción colectiva y la resistencia organizada no solo incomoda: es una amenaza para los nuevos autoritarismos.

El Eternauta no es neutro. Nunca lo fue.

Durante la última dictadura fue censurado, pero no dejo de hacer ruido con la vuelta de la democracia. Vale la pena recordar que en 2012, Mauricio Macri, entonces jefe de Gobierno porteño, habilitó una línea para denunciar supuestos "adoctrinamientos" escolares, y El Eternauta fue señalado como contenido inapropiado por su carga ideológica.

En declaraciones radiales, Macri se refirió al cómic como un ejemplo de lo que “definitivamente no entra” en el aula, mientras su gobierno reforzaba un discurso que buscaba borrar del espacio educativo todo contenido crítico o comprometido con la memoria histórica.. Porque cuando una historia invita a pensar, a organizarse y a resistir, molesta. Aquella expresión fue muy cuestionada por la opinión publica, y al poco tiempo se retractó. 

Un mundo de pares

Desde Pares Lab y nuestro proyecto ConSumo Sentido, decimos que obras como El Eternauta construyen un mundo de pares, donde nadie vale más por ganar solo, donde el éxito no es el privilegio sino la dignidad compartida. Frente a los relatos que exaltan al individualista despiadado, estas historias nos recuerdan que el verdadero poder nace del encuentro con otres, de la ternura organizada, de la memoria activa. Ademas esta pieza esta repleta de referencias interculturales locales que la hacen sentir más nuestra, con enganches emocionales que solo el amante de esta tierra puede apreciar, lo que logra que la adaptación tenga un plus patriotico que se mantiene en el tiempo a pesar de los artificios de la ciencia ficción o de las diferencias de un entorno que consume esta serie 70 años despúes de su creación en versión historieta. 

El Eternauta no volvió por azar. Volvió en un momento donde lo necesitamos más que nunca. Su mensaje nos conmueve porque ninguna tormenta es más fuerte que un pueblo despierto.